El 10. Número redondo.
Pues nos vamos a lucir. Que digo... más que eso, vamos a quedar como verdaderas estrellas. Y celebraremos este maravilloso décimo reto.
Solo lleva tiempo. Pero el resultado es "fantástico".
Jornada de reflexión. Perfecto. Nos levantamos pronto... y a reflexionar.
Alguien que ha visto fotos de estas dos recetas ha llegado ha decir...
Este plato es un espectáculo, tiene una pinta sorprendente, si no dices lo que es no se sabes si es un postre o una comida.
Y solo eran fotos, que si lo llegan a probar.
Por lo tanto, preparados que vamos a ello.
Tomates
Aceite
Sal
Azúcar
Ajo
Orégano
Lo primero será, pelar los tomates.
Un método muy cómodo es "escaldarlos".
Les quitamos el corazón sin llegar muy adentro y marcamos con el filo de un cuchillo la parte inferior, haciendo una cruz.
Ponemos una cazuela con agua, al fuego; cuando empiece a hervir, ayudados de un cucharón o escurridor, introducimos los tomates y dejamos que hiervan 10-20 segundos.
Los sumergimos en agua fría. Esperamos a que se enfríen totalmente.
Comenzamos a pelarlos por la parte donde hicimos los cortes. Vereis como la piel, sale solita.
¿Limpios?. Genial. Seguimos.
Una bandeja con papel para hornear. Con un pincel, o con los dedos, le damos un repaso de aceite a toda la superficie del papel.
Cortamos los tomates a gajos y les retiramos todas las semillas (todas esas semillas, y la carne de tomate que las acompaña, las reservamos).
Vamos colocando los gajos sobre el papel de hornear y les ponemos un buen chorreton de aceite de oliva. Lo del aceite, no os preocupe, después lo usaremos para aliñar)
Sal, y un poquito de azúcar.
La sal, se la echamos como a un palmo de altura. El azúcar, a dos. Eso os marcará la cantidad. El azúcar quitará acidez. No os paséis.
Orégano, al gusto. Nos servirá cualquier otra hierba. Hinojo, tomillo, romero. Si es fresca, unas ramitas. Si es seca, tampoco es cuestión de hacerle una manta al tomate.
Y un filetito de ajo, por cada gajo de tomate, para que los sabores, sean parejos.
Encendemos el horno, y lo ponemos a 80º-90º. Si, si, habéis leído bien. Cuando alcance esa temperatura, metemos la bandeja y revisaremos de vez en cuando, pero nos quedan por lo menos 150 minutos de espera.
Como la familia aun duerme, igual podríamos sorprenderlos con algún desayuno divertido. O nos ponemos a leer, o revisamos recetas de ese "trastornao" de Sabor en cristal. Nada de volver a la cama. Vamos, un café; haremos una tapita cuando acabe el horno.
Más o menos, esta será la pinta del tomate después de tenerlo casi dos horas y media al horno.
Guardamos todo. El tomate, bien colocadito; el aceite que queda en la bandeja lo reservamos en un cuenco y las semillas las pasamos por la batidora y después por un colador, desechando lo grueso (que quede como una sopa).
Ahora si. Una copita de vino. Un trocito de pan, tostado, sin tostar. Un poquito de queso fundido y el tomate confitado.
Animo, no son ni las 11 de la mañana. Venga, a por la segunda parte. La gloria, el reconocimiento os va en ella. ;)
(El otro día, en un curso de cocina con Darío Barrio, del que ya os mostraré alguna cosita; insistió en lo de "los tiempos". Por eso la segunda parte, no subirá hasta las 12:00)